PRIMERA PARTE Capítulo I

PRIMERA PARTE

Capítulo I

Un punto de inflexión.

No brilla.
Ni mi vida, ni mi Sol.
Inventaré algo.
Envolveré mi vida en papel de plata y brillará.
Brillará hasta deslumbrar.
El resplandor ocultara la levedad de mi ser.



Te decides por traspasar una de tantas puertas. A la fuerza, siempre la correcta, y mejor así. De todas formas y para mi alivio nunca tendré la opción de comparar...Atrás dejaré mucho, tanto que quizás sea demasiado.

Me voy.

Y como siempre con prisas, ¿pero por que? Si no huyo, o ¿si? o quizás sea el vértigo que produce lo desconocido, el lanzarse a un futuro incierto lo que me hace acelerar los preparativos de este viaje dejando la mayoría de las cosas al azar.

Elijo.

Compré un Land Rover Santana. Quizás su aspecto, el de lata de cerveza pisoteada tras un concierto de Rock, sus más de veinte años, y la certeza de que la cabina se hubiera usado a modo de hormigonera para pastar cemento , no vaticinaban un final feliz. Pero nada más lejos de la realidad. Tras mucho batallar, pasar horas untado en grasa, recorrer desguaces e inyectarle una elevada dosis de fe y cariño, permitieron cambiar lo que hubiera sido su seguro destino a una planta de reciclaje.


Me acompañaría Ego, mi perro. Mentiría si dijese que desde un principio pensé en llevarlo. Sabía que en los países musulmanes los perros no son precisamente unos animales queridos. Así que esto, añadido a la dificultad implícita de viajar con animales, hacia que mis ganas en dejarlo con mis padres ganase enteros. Pensándolo quizás fue Cristina , una amiga, la que acabo por animarme a que me lo llevara, quizás ella y su experiencia en decenas de viajes por África o quizás la imposibilidad final de dejarlo en casa, el resultado, el mejor de los posibles, sin duda.

Y sí, me voy a África, Debería haber dicho Marruecos, será la tendencia a pensar en superlativo la que me arrastra a meterme en batallar en estos “fregaos”. A Marruecos decía siempre que me preguntaba alguien por el destino de mi viaje, aunque en mi cabezita,( literal), siempre rondaba la idea de ir hacia el Sur, siempre al Sur. Y, ¿para cuanto tiempo? , bueno, unas semanas o así... Mentira. Sabía que este sería un viaje guiado por el viento ,decidido y pensado en el amanecer de cada día, debía ser así.

No descubro nada al afirmar que un viaje empieza mucho antes de partir. Pero ¿Cuando?. Con toda seguridad el mio comenzó al cruzar la puerta del geriátrico donde hacia tiempo estaba viviendo una tía abuela mía a la que fui a ver. La tenián en la cuarta planta, sentada frente al ascensor. Abajo en el salón eran muchos y los ivan distribuyendo según convenía, me diría más tarde. Le habían avisado de que tenía visita, y esperaba impaciente. Me vió. Ayudada por el caminador, se acerco a mí, me rodeo con sus frágiles brazos , tenia los ojos bañados en lágrimas, después me preguntó quién era yo. Y me preguntó por la familia, y me preguntó por la familia, por que ella, siempre preguntaba por la familia. Hablamos, la escuché, nos despedimos bajé y monté en el coche. Esta seria la última vez que la vería, murió poco despues.

Salgo de Calella, que es donde vivo habitualmente. Calella es un pueblo turístico venido a menos situado en la provincia de Barcelona y me dirigiría a Tarifa i de allí a Tánger. Pero antes pasaría por la Aldea de Cuenca, en la provincia de Córdoba. Cuenca es pueblecito donde mis padres tienen una casa y pasan la mayor parte del año. En Cuenca ocupé mi tiempo en equipar el coche con alguna de las cosas que pensé necesarias para hacer más cómodo el viaje, léase unas cortinas, que deberían proporcionarme un poco de intimidad; una mosquitera, posiblemente el arma más efectiva contra la malaria, aunque no faltaba “lariam” i “malarone” en el botiquin y un pequeño armario a modo de cocina donde guardaría ollas platos y algo de comida. A todo esto sumaria una esterilla de pilates comprada en Decathlon , un par de garrafas de 25 litros, para agua y gasoil , una ducha de camping que no llegué a utilizar nunca y una caja de herramientas más o menos completa. Aproveché también para pasar la itv, y pasear a mi madre por el coto familiar de Sierra la Grana. La sierra es una cerro rodeado de campos de labranza cercano a la aldea, donde de paso probaría las aptitudes de 4x4 que se le suponen al Land Rover con un resultado impecable.

Paso que en unos de los bares del pueblo, mi padre, debatía acaloradamente con un militar brigada del ejercito sobre el elevado consumo de mi coche. Decía que ellos los retiraron del ejercito precisamente por esta circustancia. Que era imposible que yo hubiera gastado solamente cien euros para cubrir el trayecto entre Calella y la aldea, unos 1100 Km. Que yo, mentia. Mi padre indignado le preguntó ,si no eran ellos, los militares, los que se quedarían con el dinero, en vez de llenar los depósitos y claro, se lió.

Lo cierto es que yo no me había planteado esta disyuntiva hasta un par de días antes y fué en el parking de una gasolinera. Había parado a estirar las patas y como no, por Ego, para que vaciara la vejiga, fue entonces cuando un gitano, de aquellos que cumplen con el estereotipo al cien por cien, aparcó se furgoneta a mi lado. Se bajo , miró a Ego con desconfianza y tras preguntar si mordía, se acercó y me saludó cordialmente.

-¡Payo! Mira ¿ Cuanto meda por el reló? A la vez que me mostraba un supuesto “tag heuer” envuelto en un celofán ruinoso.

-Nada, ya tengo reloj, no necesito, gracias!

-Pero si e mu bonico!, mira como brilla! Si es un tachuer! E de marca i to! Sesenta leuricos y te lo lleva!

-No de verdad, tengo el mio.

-Pero el tuyo es de prastico, mira este, metarico y to nuevo. ¡Mira como brilla!,¡Te lo cambio por er tuyo!

Le expliqué porqué necesitaba mi “ suunto”, marca de mi reloj. Le expliqué que tenia brújula, altímetro y una serie de cosas que me harían falta en mi viaje. La expresión de la cara del “Gitano” al escucharme no tenia desperdicio, todo le sonaba a chino, ¿brújula?, ¿altímetro?, ¿viajar?. Mientras hablábamos al “ Gitano”, automáticamente, se le iba la cabeza hacia el interior del coche, escaneó el coche con su mirada una y mil veces, quizás por curiosidad, quizás en busca de algún “souvenir”

-¡mira!,¡ Si tiene cortinicas y to!, ¡Oye!, y allí ¿A qué vas?, Si allí no hay na, si no hay agua, y no tienen pa come , te llevaras toa la comia daqui ¿no? ¿por que alli que comen? ¿se comen a los animales sarvajes? Allí estan los negros y los moros, esta to lleno, no es como aquí que hay payos, Esa gente son mala y mal avenia...bueno aquí tambien hay muchos ahora, pero no tienen tanta hambre como alli y son menos peligrosos...¿y el coche este cuanto gasta? ¿Porque tiene que gastar mucho no? Yo lo he visto en la televisión por el desierto y van mu bien,,Alli no hay carreteras.¿Cuantos litros gasta pa ir a Africa?

Le dije que no me lo había planteado hasta el momento. Que gastaba unos cien euros cada mil kilómetros. Fue entonces cuando pensé, que ni tan siquiera había pensado en un presupuesto para el viaje, realmente había dejado todo a la improvisación. Me deseó buen viaje y nos despedimos. Un diablillo de buen corazón, pensé. Luego reposte y continue mi camino, mientras en el interior de la gasolinera el “Gitano” discutía supongo por la venta de su reloj.


Estaria una semana en Cuenca antes de despedirme de mis padres. Mi madre estaba muy preocupada, imagino que esto es un binomio indivisible, común en todas las madres. Quise tranquilizarla. Quería que supieran que había sido muy feliz, que no estuvieran tristes por mi en el caso que me ocurriera algo, que había vivido intensamente. Que les quería mucho, y por supuesto que llamaría a menudo.

Arranco, salgo de la aldea por última vez, ruge el motor, y de que manera. Pronto me acostumbraría al sonido ensordecedor que producen los 3.500 c.c. Y los 6 cilindros del motor asimilando el ruido como algo inherente en el paisaje, tal que una nana tántrica que me mecería en mi sueño a lo largo de todo el camino.

Paro en Peñaroya-Pueblonuevo donde por segunda vez tuve que volver a pasar la itv. ¡ Pero será idiota el tipo!, pienso. Me había hecho desmontar las defensas delanteras del parachoques del coche. Me dijo: -Quizás allí en Cataluña podéis hacer lo que queráis pero aquí, si te digo que las defensas las tienes que quitar , las quitas y punto, o si quieres puedes homologarlas, buscando un taller, la factura, el estudio técnico del ingeniero...tu mismo, ¡Es lo que hay!. ¡Dios, como odio esta expresión!. Me tocó callar y los huevos, vamos si quería irme de una puta vez, tenía que pasar por el tubo. Al final conseguí la tan preciada pegatina, aunque el operario perro como el que más, no se digno tan siquiera a quitarme el antiguo adhesivo.

Enfrente tenía un supermercado Día, entre, he hice las últimas compras. En el momento creía haber arrasado con todo...pero joder , con el tiempo, pensé que tenía que haber hecho caso al “Gitano” cuando dijo que en África no había comida y me preguntaba si me la llevaría toda de aquí, si al final tendría razón. Debí haber comprado más y de todo... Cosas ricas, y sobre todo más comida para Ego.

Se nubla el día, y llueve. No pararía de llover hasta dos semanas después, aunque tuve suerte, pocas veces me pillaría la tromba de agua sin estar bajo techo. Los cristales del coche se empañan, y no hay manera de desentelarlos, y no lo entiendo, dentro del coche hace un frio que pela, aun con las puertas cerradas y los cristales subidos corre tanto aire que debería impedir que ocurriera, pero ocurre. Todo se humedece.

Había pensado en pasar por Cádiz o Huelva para disfrutar unos dias de playa, evidentemente con este tiempo los planes se truncaron. En Barbate, en donde el cielo me dio un respiro paro para visitar su faro, y sus famosas playas. Pero lo que es más importante, abandoné el coche junto a mis pertenencias por primera vez. Busqué lo que me pareció un lugar seguro donde aparcar. Me aseguré haber dejado todas las cortinas bien cerradas, verifiqué las puertas y cámara en mano salimos a dar un paseo. No estaba tranquilo, no me hacía gracia el alejarme mucho, así que la caminata duró poquito, tenía miedo por mis “cosas”. Cuando regresé todo estaba en su sitio, tengo que relajarme, pensé, debía hacerlo si no quería ver pasar la mayoría del viaje a través de un parabrisas.
Se acabó la tregua, vuelve a llover, esta vez mucho más fuerte. Y como siempre el cristal entelado. Intento limpiar para ver algo, pero el trapo tiene la panza llena de agua y no quiere beber más. Resignado acostumbro la vista. El sonido del motor me envuelve y me engulle, todo está gris...Ego de vez en cuando me viene a saludar , da un par de vueltas, se acerca, me quita la mano del cambio de marchas y me obliga a acariciarle la barriga, mueve la cola, me da un par de lametazos a modo de beso y vuelve a estirarse detrás . Sigue lloviendo. Llegando a Tarifa la carretera se abre camino atravesando un paisaje sembrado de molinos de viento. Por un momento creo ser un Don Quijote montado en su Rocinante, acompañado de mi Sancho Panza, y por supuesto, ¡ Igual de loco!

Llego a Tarifa. Mucho dista la imagen que tenía de esta ciudad, de la que me encontré. Si, las calles están repletas de tiendas y escuelas de Wind Surf, Kite Surf y toda clase de deportes relacionados con el viento y el mar. ¿Pero donde está el Sol!, el ambiente y las chicas en bikini?. Desanimado por tanta agua, evito salir del coche más que lo justo y necesario. Quería mantener seca y limpia la poca ropa que llevaba el mayor tiempo posible.

Voy al puerto en busca de información, horarios, precios...Hay un ferry donde puedo embarcar, pero es tarde, y me pregunto si me apetece entrar a Marruecos a esas horas de la noche, teniendo que tramitar los permisos , visa, etc, creo que no...decido esperar, compro el billete para el primer barco de la mañana, y hago noche en Tarifa. Emplazo el coche en un parquing junto a una Repsol, donde me aseguré un lavabo por la mañana y una cierta seguridad. La radio de mi mp3 no daba buenas noticias sobre la evolución del tiempo. Dormí bien.

Amanece. A sabiendas que el gasoil era un poco más barato al otro lado del mar, aprovecho para llenar el deposito a tope, prefiero llegar con el tanque lleno y así no tener que empezar buscando gasolinera, también saco trescientos euricos del cajero y recargo el móvil. Llego temprano a mi cita con la cola a la salida de la aduana. Allí ya esperaban unos cuantos coches por delante . En el otro carril, el de entrada, un guardia civil, saca a pasear su perro adiestrado en olisquear a todo aquel que quisiese entrar en España con algún recuerdo del valle del Rif. Ego, con las orejas tiesas y la punta de su lengua rosita asomada se mira al perro de la venemerita desde la ventana con la cabeza de lado , imagino , buscando un mejor ángulo. Pienso en el tiempo que pasamos trabajando , Ego y yo, en el rescate en avalanchas, en la nieve, en la montaña.y en todo lo que hemos vivido juntos.

Aprovecho la espera y me bebo el chocolate del desayuno mojado en un dulce de melancolía.

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